Uyuni, un desierto diferente

Has oído hablar maravillas del desierto de sal, además te suena del Dakar, sí ese rally que hace muchos años dejó de llegar a Dakar, ¿pero Uyuni no estaba en Bolivia? Sí eso es, y teníamos muchísimas ganas de visitarlo.

Que nosotros sepamos hay dos formas de recorrerlo, la primera poco ortodoxa es apañarte un carrito como el de los helados, llenarlo de cosas y dedicarte a empujarlo 500km por el desierto, así como suena. Aunque parezca surrealista es lo que estaba haciendo un japonés con el que coincidimos en el camino, llevaba dos años recorriendo el mundo así, en fin, tiene que haber de todo.

La otra forma y más popular es reservar un tour organizado, en el que un multidisciplinar conductor-guía-cocinero te va llevando durante unos días por sitios alucinantes en todoterreno, la única pega es que no te dejan conducirlo pero por otra parte te alegras de tener las manos libres ya que con semejante espectáculo te va a faltar tiempo para intentar recoger todo eso en fotos.

El salar viene a ser una explanada gigantesca a 3660m de altitud, en la que no hay absolutamente nada a excepción de kilómetros y kilómetros de sal compactada y más dura que una piedra. De hecho por no haber no hay ni caminos, parece ser que los conductores se orientan por las montañas que se ven en el horizonte.

En época de lluvias se encharca todo dando lugar a un efecto espejo que es espectacular (puedes verlo aquí), pero el problema es que no pueden circular los vehículos ya que se quedan atascados y se averían a causa de la sal.

Siguiendo la ruta con nuestro conductor y ex-guía de alta montaña, el cual hablaba muchísimo para ser del Altiplano Boliviano, es decir como un par de frases cada media hora, nos adentramos en un paisaje lunar lleno de arena y rocas para luego dar paso a montañas y lagunas, de las que se suponía íbamos a ver una verde, otra blanca y la última coloradaDespués de pasar por las dos primeras no teníamos muchas expectativas con la tercera, porque a pesar de ser muy bonitas ni la verde era muy verde ni la blanca muy blanca pero entonces fue cuando llegamos aquí.

Para la última jornada no esperábamos grandes sorpresas después de todo lo que habíamos visto durante el camino, aunque sí es cierto que nos habían dicho que lleváramos bañador y aun no lo habíamos utilizado, tampoco veíamos cómo ya que estábamos en mitad del desierto y hacía un frío del carajo.

Entonces empiezas a ver una humareda a lo lejos, guiñas los ojos y te parece ver a gente bañándose, te acercas y ves que son piscinas naturales, allí en mitad de ninguna parte. El resto de la mañana lo pasas entre nubes de azufre, géiseres y charcos en los que el barro bulle a borbotones.

Finalmente llegas a un paso fronterizo, desde allí dependiendo de la montaña a la que mires pertenece a Bolivia, Argentina o Chile, te despides de tus ya amigos de aventuras y disfrutas del camino de vuelta sabiendo que difícilmente volverás a ver algo parecido.

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